domingo, 19 de octubre de 2008

SALUTACIÓN A MI MADRE



Que también, como los navegantes, vino a América
de las riberas del Atlántico andaluz.

Gracias, señora, por esta sangre mía
que tú me diste del latino mar.
Gracias por el regalo de tu sonrisa buena,
de tu ironía andaluza,
tu gracioso parlar.
Gracias, señora, pues me diste la vida
en esta América, hecha espiga en la luz,
y, a través de los mares, me trajiste, señora,
una lengua de hierro, un clavel y una cruz...
Gracias, señora, por tu lección de vida
tan segura y veraz,
y también, gracias, porque en todo pusiste
una mirada clara y un ademán de paz.

Gracias, señora, porque viviste tanto,
porque me diste tiempo, sabiendo el mal y el bien,
de madurar los frutos, con tu vida en mi mano,
y tu luz en mi sien.

Gracias, en fin, señora,
porque fuiste valiente, de energía tranquila
y de seguro plan,
y haciéndome labriego de hogareña ternura,
puedo soñar despierto,
pero sin que en la artesa deje faltar el pan.

Te debía estas gracias
cuando ya caen las hojas, el otoño se acerca;
ahora, madre, como buenos amigos,
podemos esperar, serenos, la partida final.
ARTURO BERENGUER CARISOMO