
Se forma el trébol de la buena suerte
con la cuarta hoja…
Madre.
Iluminas como luz de cabecera
la rosada cuna.
Se oye tu voz de miel,
y cantas como una campanita
como cantabas
ayer entre tules celestes.
Ojos mansos
desparramados sobre los hijos.
Almohada de espumas y burbujas,
tu pecho tibio.
Una oración tiembla en tus labios
mientras se posan en la piel de seda
de la Bienvenida.
-Esperas a Santiago
de su ronda paciente
con el delantal blanco como aspirina-.
Cuatro brazos unidos cual trébol
cercan a Tomás y a Pía,
formando
el júbilo de la calesita
y la fortaleza del corralito.
Perpétua Flôres