miércoles, 17 de marzo de 2010


El hombre, los signos y el alfabeto


Por nacer … puntos suspensivos
Cuando nace “ abre comillas
Infancia a e i o u
Juventud ¿ abre pregunta
Adulto consonantes
Vejez ? cierra pregunta
Amigos , coma
Enfermedad ( abre paréntesis
Pleno ) cierra paréntesis
Sueños ¡ abre exclamación
Amor !!!! signos de exclamación
Desilusión ; punto y coma
Sorpresas : dos puntos
Disculpas = signo igual
Hijos _ guión bajo
Trabajo / barra
Descanso ´ tilde
Final ” cierra comillas

Perpétua Flôres
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sábado, 6 de marzo de 2010

Mercedes




Se forma el trébol de la buena suerte
con la cuarta hoja…


Madre.
Iluminas como luz de cabecera
la rosada cuna.

Se oye tu voz de miel,
y cantas como una campanita
como cantabas
ayer entre tules celestes.

Ojos mansos
desparramados sobre los hijos.
Almohada de espumas y burbujas,
tu pecho tibio.

Una oración tiembla en tus labios
mientras se posan en la piel de seda
de la Bienvenida.

-Esperas a Santiago
de su ronda paciente
con el delantal blanco como aspirina-.

Cuatro brazos unidos cual trébol
cercan a Tomás y a Pía,
formando
el júbilo de la calesita
y la fortaleza del corralito.


Perpétua Flôres

jueves, 4 de marzo de 2010

Esquirlas de Sol




La casa estaba muda, sorda, ciega.
Todos detenidos en la siesta pesada, como demorada sobremesa de chocolate, coco y crema.
La niña se olvidó de cerrar los ojos -o no quiso-, atraída por las mariposas de la cortina nueva, que el viento pequeño apenas movía.
Luego la distrajo un reflejo de sol que se infiltraba por la puerta y se posaba al ras del piso del cuarto. Logró levantarse y arrastrándose, se acercó a la luz, para recogerla, tan viva, tan brillante y cerquita...
Estiró la mano como a un juguete, una flor, un pájaro, pero se escapaba y volvía, se escapaba y volvía, como un cordón elástico, como la honda de sus hermanos...
Su mano quedaba calentita, pero la figura se disolvía, igual al humo.
¿Flor? ¿Ave? ¿Juguete?
¡Qué hermosa luz!
Estiró las dos manitas y la mancha se seguía escapando, casi la había agarrado. Tan cerca estaba y tan mansa, tan tierna...
La niña se había raspado la mano en el piso y estaba cansada. Desistió. Y se puso a llorar un poquito. Sólo un poquito. Pero luego más y más. Un llanto fuerte, dolido.
La luz desaparecería por completo, huyendo a la calle, llegada la puesta del sol.
Y la niña lloraba, tanto que despertó la casa que ya no estaba sorda, muda y ciega.
Las lágrimas de la niña, blancas, casi dulces, pesadas, caían sobre el espacio donde había estado la esquirla de luz del sol.
Sólo más tarde, tiempos pasados, cuando dejó de ser niña -la niña que era yo-, comprendió que el sueño que no logramos realizar, la meta que no alcanzamos, el ideal que se desvanece, es como aquella luz, nada más que un reflejo, que algo abstracto, que un espejismo, que una ilusión óptica.

Perpétua Flôres