viernes, 10 de abril de 2009

PASCUA


PASCUA
Exagerado silencio del jueves y viernes santo, el recogimiento, la oración, quedaron en mí, desde la infancia, como un recuerdo puro, triste, añorado.
(Jesús había muerto y se mostraba respeto, piedad y devoción por su figura).
En esos días de casi luto, no se barría ninguna migaja de papel o pan, nada, no se trabajaba, ni jugaba, decretado los mayores, un duelo que hoy lo llamaría teológico.
Tardaba en llegar el sábado y el domingo de aleluya, queríamos pasar el tiempo normalmente, el silencio era triste, dolido.
Misterios y milagros eran demasiado difíciles de entender en nuestra infancia de tiempo libre y circo, las únicas magias que conocíamos.
Pero también nos llegaba el dolor, a pesar de todo siento nostalgia de aquél Jesús tan sufrido, pobrecito, tan golpeado, que sólo hoy me doy cuenta, sufrió y murió en vano por nosotros.
Pero llega el sábado y el domingo de aleluya.
Y Él otra vez está vivo.