miércoles, 3 de septiembre de 2008

MENSAJE RADIAL (Desde el oyente)

Si yo tuviera que definir la radio
con una sola palabra,
no dudaría en emplear “vuelo”.

Giro media luna de perilla.
Un remolino de notas musicales y ondas de palabras florecen del dial.
Entre delicada reja de esterillas, una presencia invisible invade mi cuarto
y me habla al oído.
De la casi nada modelo un rostro para su antifaz.
Al influjo de su palabra, mis orejas quedan estáticas y el sentido auditivo
se extiende, se amplía, en su elástico contorno.
Esa voz me adormece y me despierta, con sus matices.
El grito es un derrumbe. La voz, sonora, un canto.
Y la música del cielo que lo acompaña, también es de la tierra, de los mares,
de la floresta; de todos los jardines.
La magia de encenderla, el suave movimiento de girar media perilla.
Y ya somos –la voz y yo, como oyente-, indispensables, dependientes, necesarios, desconocidos y presentidos.
Esa es la radio. A mí, habla.
Y se da el fantástico momento, que puede ser interminable, de distendido monólogo a dos.

Perpétua Flôres

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