sábado, 19 de marzo de 2011

GRACIAS


La observaba. Creía su deber darme tanto.
Digo, la veía. Y nada más.
Nunca pidió, a no ser lo necesario, como quien pide un vaso de agua.
No era posible callarme más.
Me aproximé –presintió mi presencia- y me pareció verla sonreír,
los labios de un rojo vivo, brillando.
La acaricié, suave. Y para que mi voz no le pareciera un puñado de viento
fuerte contra su fragilidad, susurré:
- Gracias. Y repetí -¡Gracias!
Temblorosa, más bella que siempre, dejó caer una densa lágrima. Miento,
dejó caer en mis manos, uno de sus perfumados pétalos.

Perpétua Flôres

No hay comentarios:

Publicar un comentario