Unos aprietan las palabras, les cuesta soltarlas; unos abren la boca como jaula y ellas vuelven a la libertad. Puede ser que regresen…
Unos desgranan las palabras, lentas, como dando maíz a las palomas.
Otros hablan y luego explican lo hablado.
Otros desde la garganta empujan las palabras sin mirar hacia donde caen o hablan a los saltos, a los gritos; o susurran, cuchichean, piensan que hablan o hablan solos, o lo hacen en coro. Con eco. Con Dios. Para arriba, a un costado, para abajo. Para adentro, o gimen, o cantan o tartamudean.
Otros, pobres, se quejan que no tienen palabras o tienen sólo para el gasto.
Están los que las guardan en cajones, en cuadernos y las retiran a la medida que necesitan; y los que desconocen: las de disculpa, de agradecimiento, de afecto, de amor; las que curan, las que matan.
Unos hablan para escucharse.
Unos hablan con puntos suspensivos,
coma, punto y coma,
separación de sílabas y errores ortográficos.
Otros –y no son pocos- no saben callar.
Si dejamos que las palabras hablen, se expliquen, ellas ganarán cualquier polémica porque nunca les faltará argumento.
PERPÉTUA FLÔRES
Procuren,
ResponderEliminarsi son cantores,
el cantar con
sentimiento.
No tiemplen el
estrumento
por sólo el gusto de
hablar,
y acostúmbrense a
cantar
en cosas de
jundamento.
(MARTIN FIERRO)
Las palabras ganan cualquier polemica siempre y cuando tengan fundamento y no solo argumento.
Porque argumentar argumenta cualquiera, pero fundamentar solo fundamenta el que tiene pruebas, es coherente y lógico. Aquel que usa el sentido común, el menos común de los sentidos.